La vuelta a Olta me conduce directamente al paraje Loma Blanca sitio que memorial mediante recuerda al lugar del infame asesinato del caudillo Chacho Peñaloza Toda la región de los llanos está signada por la vida y la muerte de éstos hombres bravos que lucharon por la independencia y la unión nacional, Facundo, Peñaloza y Varela, tridente fundamental de tales luchas, nacieron y actuaron desde estas tierras por una idea mayor, la consolidación de un país federal, piedra fundamental, que hasta nuestros días nunca se pudo o se quiso instaurar plenamente para comenzar a desarticular las enormes desigualdades que se producen entre B.A y casi todo el resto del territorio nacional.
Chacho Peñaloza, de joven se alistó bajo las órdenes del Tigre de los Llanos, Facundo Quiroga, quién sorprendido por la bravura y el respeto que generaba entre sus comandados le otorgó el rango de Teniente Mayor y Comandante del Departamento de los Llanos.
Desde 1854 fue comandante de armas de la provincia, y al año siguiente fue ascendido a general. Era muy prestigioso entre los gauchos humildes de La Rioja y las provincias vecinas, y se comportaba como uno más de ellos, salvo cuando mandaba en el ejército, ellos lo consideraban, también, su protector, su abogado, el que siempre estaba para dar una mano a los desposeídos de todo.
Entre 1862 y 1863, gana y pierde batallas en La Rioja, Córdoba, San Luis y San Juan, peleando contra ejércitos mucho más provistos que el de él, destacándose la entrega y el valor de sus hombres, dispuestos a todo por la idea que les había sabido transmitir su Comandante.
Fue precisamente luego de perder en la batalla de Los Gigantes a mano de Irrarzábal, que éste lo persigue hasta los llanos, justamente es en Loma Blanca en donde Peñaloza se rinde ante el Comandante Vera, entregándole su preciado puñal, única arma con la que contaba, corría el 12 de noviembre de 1863.
Irrarzábal irrumpe en el rancho de Oros,(foto 4) y con su lanza lo atraviesa. Su cabeza fue cortada y clavada en la punta de un poste en el Cementerio de Olta, donde hoy es la plaza principal del pueblo. Una de sus orejas presidió por mucho las reuniones de la clase “civilizada” de San Juan. Su esposa, Victoria Romero, fue obligada a barrer la plaza mayor de la Ciudad de San Juan, atada con cadenas.
Ésta reseña, muy somera explicita la vida de este luchador en medio de la idea dominante civilización o barbarie, acuñada por un sanjuanino ilustre, que mucho contribuyó a que la barbarie sobrevuele como una mancha roja, sobre nuestras conciencias engañadas, estructuradas, ciegas y unitarias.
Sigo para Olta, distante 3 km, ofuscado, consternado ante tanta mentira organizada que requiere definitivamente una revisión justa para poder reubicar las piezas del rompecabezas de la historia nacional en su real ubicación.
Chacho Peñaloza, de joven se alistó bajo las órdenes del Tigre de los Llanos, Facundo Quiroga, quién sorprendido por la bravura y el respeto que generaba entre sus comandados le otorgó el rango de Teniente Mayor y Comandante del Departamento de los Llanos.
Desde 1854 fue comandante de armas de la provincia, y al año siguiente fue ascendido a general. Era muy prestigioso entre los gauchos humildes de La Rioja y las provincias vecinas, y se comportaba como uno más de ellos, salvo cuando mandaba en el ejército, ellos lo consideraban, también, su protector, su abogado, el que siempre estaba para dar una mano a los desposeídos de todo.
Entre 1862 y 1863, gana y pierde batallas en La Rioja, Córdoba, San Luis y San Juan, peleando contra ejércitos mucho más provistos que el de él, destacándose la entrega y el valor de sus hombres, dispuestos a todo por la idea que les había sabido transmitir su Comandante.
Fue precisamente luego de perder en la batalla de Los Gigantes a mano de Irrarzábal, que éste lo persigue hasta los llanos, justamente es en Loma Blanca en donde Peñaloza se rinde ante el Comandante Vera, entregándole su preciado puñal, única arma con la que contaba, corría el 12 de noviembre de 1863.
Irrarzábal irrumpe en el rancho de Oros,(foto 4) y con su lanza lo atraviesa. Su cabeza fue cortada y clavada en la punta de un poste en el Cementerio de Olta, donde hoy es la plaza principal del pueblo. Una de sus orejas presidió por mucho las reuniones de la clase “civilizada” de San Juan. Su esposa, Victoria Romero, fue obligada a barrer la plaza mayor de la Ciudad de San Juan, atada con cadenas.
Ésta reseña, muy somera explicita la vida de este luchador en medio de la idea dominante civilización o barbarie, acuñada por un sanjuanino ilustre, que mucho contribuyó a que la barbarie sobrevuele como una mancha roja, sobre nuestras conciencias engañadas, estructuradas, ciegas y unitarias.
Sigo para Olta, distante 3 km, ofuscado, consternado ante tanta mentira organizada que requiere definitivamente una revisión justa para poder reubicar las piezas del rompecabezas de la historia nacional en su real ubicación.
VIVA EL CHACHO
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