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sábado, 28 de noviembre de 2015

El Camino de la Muerte, Estado Plurinacional de Bolivia, día 4

Ní Jáo, Tsáo-Shán Jáo!. Día 4 en el aire y como no podía ser de otra manera, tras cuatro horas de TV China en chino me convirtió en un experto traductor del mismo.
Buen desayuno a base de té de coca, frutas, jugos y panes con queso, ahora solo resta aguardar a la gente de Turismo Bolivia-Perú que me llevaría por la Ruta de la Muerte hacia la yunga de Coroico. La espera corta me permite tomar un par de fotos a fachadas con balcones sobre la calle Linares.


A las ocho me pasa a buscar Oscar y juntos vamos hasta la Toyota en donde aguardan Alex, Gerente de la empresa con base en Lima y Aldo, un jóven guía con una muy clara visión sobre la nueva Bolivia.
Padecemos el tránsito infernal de la ciudad de El Alto, un conglomerado urbano de casi 1 millón de habitantes situados a más de 4000 metros de altura, viviendo todos en una superficie de apenas 363 kilómetros cuadrados; atravesarlo en hora pico demanda tiempo y una alta dosis de estrés.
Alex me comenta que el crecimiento desmedido producido en los últimos años se debe a las grandes oportunidades de trabajo que genera la ciudad, hecho que ha tenido como contrapartida el despoblamiento de áreas rurales con la consiguiente caída de la producción agrícola que se llevaba adelante en tales sitios del interior, como así también un aumento de la inseguridad que se materializa irónicamente con muñecos suspendidos de los postes de iluminación con leyendas como "Colguemos a los ladrones".
Tomamos el llamado camino nuevo a Coroico, una ruta espectacular rodeada de montañas, con diques, lagos, túneles y puentes, en donde se destaca el mirador ubicado a 4600 metros, el punto más alto de la carretera desde donde se divisan el Huayna Potosí, el Chacaltaya, el Mururata y el imponente Illimani
Allí hacemos la primera parada y aprovechamos que todavía estábamos en agosto, mes de la Pachamama, para hacer una ofrenda a la misma con hojas de coca, alcohol y algún cigarro.


Tras recorrer unos cuarenta kilómetros un pequeño cartel indica el desvío hacia el Camino de la Muerte, de entrada una gran placa de mármol en hebreo homenajea a los israelíes que perdieron la vida transitando en su momento una de las trazas más peligrosas de la Tierra.


A medida que bajamos nos internamos en una selva profunda que disimula bajo su espeso follaje los precipicios que bordean al Camino de la Muerte.

Momento histórico, Alex logró robarme una foto


Se puede decir que aquí en Puente Diablo empieza la carretera con dificultad, también debo aclarar que al habilitarse el camino pavimentado, ya casi no circulan camiones ni menos buses de línea por la vieja traza, ahora la misma es ocupada por una gran cantidad de bikers, combis de turismo y algún habitante de Yolosa que aprovecha lo tranquilo del camino que salva una diferencia de altura de 3600 metros en tan solo 64 kilómetros.
La Ruta de la Muerte fue construída con mano de obra de prisioneros paraguayos, durante la Guerra del Chaco en la década de 1930, fue durante los últimos años, célebre por la cantidad de accidentes fatales producidos por un gran flujo vehicular, una estrechez extrema que en algunos casos no sobrepasa los 3 metros, barrancos de hasta 800 metros, casi total ausencia de guardaraíles, niebla espesa, lluvia, cascadas como el Velo de la Novia que generaban un barrial muy resbaladizo y por supuesto la temeraria conducción de muchos camioneros y conductores de buses de línea.
En el año 1995 el BID, la bautizó como el camino más peligroso del mundo, las estadísticas indicaban un promedio de 209 accidentes con 96 muertes por año.


Por suerte Alex me dejó caminar a veces en solitario, otras acompañados por ellos casi 3 kilómetros en las zonas más emblemáticas de la ruta. Luego de atravesar Puente Diablo nos encontramos con una curva cerrada y angosta totalmente descalzada, hecho que implica que si algún vehículo se acerca demasiado a la orilla puede caer al precipicio porque el borde del camino está en el aire.


El próximo punto de interés es la famosa curva a 90º con un impresionante barranco vertical. Cabe acotar que la circulación en la ruta es a la inversa como sucede en el Reino Unido, India o Australia, el que baja lo hace del lado de la montaña y el que sube conserva la izquierda.





Acá se puede observar que la piedra que sobresale le impedía a los caminoes y buses circular pegados a la misma, ya que por sus filos se convertían en verdaderos abrelatas, teniendo por ello que separarse de la montaña disminuyendo aún más el ancho utilizable de la carretera.


Por respeto a los caídos me prometí no fotografiar ninguna de las cientos de cruces que implican víctimas fatales, cruces que se suceden una tras otra a lo largo de los casi 40 kilómetros de precipicios mortales.


El tercer punto conflictivo lo encontramos en la zona del Velo de la Novia, una cascada que permanentemente está volcando agua sobre la resbaladiza calzada.





Caída de agua, lodo, borde descalzado, falta de contenciones, estrechez extrema, un barranco sin fin, causales más que elocuentes para generar accidentes en la época de tránsito intenso.


El camino avanza en su descenso hasta un mirador, para luego entrar en una zona ya sin precipicios extremos, señal que nos acercamos a Yolosa, el punto más bajo del recorrido y nudo de tráfico para alcanzar la ruta nueva. Plantaciones de plátanos, frutales, café y coca serán el paisaje que nos acompañará hasta Coroico.


Pasamos Yolosa y la superficie del camino muta a un empedrado gastado flanqueado por una vegetación tropical. El calor y la humedad se hacen sentir y ya se divisa Coroico sobre la falda de una montaña.
Entramos por la plaza principal completamente abarrotada de gente, como así también las angostas calles, los puestos de venta, al parecer todo el mundo está fuera de sus casas y el calor humano sube la temperatura ambiente.
Alex propone un lugar tranquilo para almorzar, un pequeño comedor "producido" para el turismo con tan sólo dos mesas y un jugo de piña natural bien frío espectacular. Comemos y charlamos buen rato sobre la situación del País, el turismo, Perú y las próximas elecciones de Argentina entre otros temas.
Salimos y nos reunimos con Oscar y Aldo para seguir viaje en busca de las cascadas, tomamos un camino secundario con buen tráfico y mucha tierra fina suelta. Agosto es un mes de seca y las dos primeras caídas de agua son apenas un hilito utilizado como lavadero de autos, comprensible ya que las nubes de polvo fino no perdonan milímetro de cualquier superficie.
Bajamos en la tercer cascada, la de San Félix y tras un breve trekking en subida nos encontramos con una espectacular caída que termina en una poza bastante amplia utilizada por los locales que buscan en ella escaparle al calor, la tierra y la sequía de agosto.






Plantas de café

Una vista desde el camino a la tercera cascada. Aquí podemos ver plantaciones de coca, las mismas requieren un espacio más abierto, desmalezado tal como podemos observar a la izquierda de la toma, sobre esas terrazas con hileras muy prolijas. Toda la zona lindante a Coroico posee cultivo de coca para consumo local.


Desandamos el camino recorrido, volvemos a pasar por la concurridísima plaza de la ciudad, tomamos el camino de piedra hasta Yolosa para empalmar un corto trecho de ruta que nos deposita en Yolosita ya sobre la traza nueva.

Imágenes desde la ruta 
El dique y las profundas sombras de la tarde

Llegamos nuevamente a la ciudad de El Alto y como de costumbre nos sometemos a su ritmo diabólico, peatones, motos, autos, cientos de combis de transporte, mini buses, ómnibus de larga distancia, camioncitos, camiones enormes, todos enfrascados en una mortal pelea por avanzar, esquivar, frenar. El dato curioso, no hay colisiones y menos peleas entre conductores, una situación de esas aquí en Argentina terminaría con un saldo diario de 129 muertos por accidentes y justicia por mano propia, 388 heridos por la misma causa y 1359 pacientes derivados automáticamente a clínicas psiquiátricas.
Le pido a Alex que me deje en San Francisco, a dos cuadras y media del hotel para subir la impiadosa cuesta de la calle Sagarnaga, en un claro ejemplo de masoquismo explícito.


Algunas de las tomas de la Basílica de San Francisco (1743-1758) pertenecen a un viaje anterior, pero nunca fueron subidas al blog, así que ahora aprovecho y comparto todo el material.





La trepada por Sagarnaga

El día 4 llega a su fin, previamente hago el papeleo para la excursión de mañana, un baño reparador, una buena cena, notas del día y a luchar con la TV por cable, hoy el menú es más amplio, dos canales chinos en chino, uno en francés, uno en alemán, uno de Cuba, el de asesinatos y otro de dibujitos; vuelvo a automedicarme, vuelvo a dormir mal, el cansancio empieza a acumularse y todavía falta lo peor, pienso si no hubo algo de locura suicida en armar un recorrido tan extremo, lo pienso en serio y para mal encuentro rápido una respuesta.

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