El plan del día consistía llegar primero a las lagunas del Pissis para luego continuar hasta la frontera con Chile para divisar de cerca los volcanes de seis metros que allí se ubican. La vuelta a Fiambalá significaría el fin de la aventura para continuar luego viaje hacia la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca, punto de partida del ómnibus hacia Rosario.
7:30 salimos, cargamos combustible y tomamos la nacional 60 rumbo a los seismiles. La ruta en perfectas condiciones recorre parajes de gran belleza escénica como el Cañadón del Indio, Cerro Bayo, Quebrada de las Angosturas y el Valle de Chaschuil, también vamos dejando atrás pequeñas construcciones conocidas como refugios, unas casitas alpinas equipadas en donde uno puede guarecerse en caso de contingencias climáticas adversas.Para las 9:15 dejamos la comodidad de la nacional para ingresar nuevamente en los caminos de alta montaña que nos acompañaron durante una semana.
El desvío hacia las lagunas es conocido con el nombre de La Coipa, se ubica a 3300 metros y a partir de allí comienza una trepada que nos llevará hasta los 4800, una altura de la que ya me había desacostumbrado hacia el final de la aventura, a lo lejos divisamos dos camionetas estacionadas en una pequeña casa, quizás no estemos solos durante el recorrido pensé y eso en cierto punto es bueno, o milagroso...
Atravesamos parte del camino congelado, surcamos un campo de matas amarillas de alta montaña y llegamos a un balcón a 4560 metros, hora de estirar las piernas y tomar un cafecito caliente, total si viene alguien por detrás, esperará o tomará café con nosotros. Nosotros en esta oportunidad somos cuatro, David, el padre, un amigo y yo, mucha gente a veces puede ser molesto, bueno o milagroso...
7:30 salimos, cargamos combustible y tomamos la nacional 60 rumbo a los seismiles. La ruta en perfectas condiciones recorre parajes de gran belleza escénica como el Cañadón del Indio, Cerro Bayo, Quebrada de las Angosturas y el Valle de Chaschuil, también vamos dejando atrás pequeñas construcciones conocidas como refugios, unas casitas alpinas equipadas en donde uno puede guarecerse en caso de contingencias climáticas adversas.Para las 9:15 dejamos la comodidad de la nacional para ingresar nuevamente en los caminos de alta montaña que nos acompañaron durante una semana.
El desvío hacia las lagunas es conocido con el nombre de La Coipa, se ubica a 3300 metros y a partir de allí comienza una trepada que nos llevará hasta los 4800, una altura de la que ya me había desacostumbrado hacia el final de la aventura, a lo lejos divisamos dos camionetas estacionadas en una pequeña casa, quizás no estemos solos durante el recorrido pensé y eso en cierto punto es bueno, o milagroso...
Atravesamos parte del camino congelado, surcamos un campo de matas amarillas de alta montaña y llegamos a un balcón a 4560 metros, hora de estirar las piernas y tomar un cafecito caliente, total si viene alguien por detrás, esperará o tomará café con nosotros. Nosotros en esta oportunidad somos cuatro, David, el padre, un amigo y yo, mucha gente a veces puede ser molesto, bueno o milagroso...
Supongo que la advertencia estará dirigida a los guanacos
Tras superar los 4700 metros y justo por detrás de tan exótico cartel aparece la Laguna Aparejos, el camino vuelve a congelarse y en cualquier momento deberíamos toparnos con la primera laguna de colores, separada de las otras que yacen bajo el volcán gigante.
David me señala que ya se divisan los seismiles, vemos el Famatina a la izquierda y el Pissis en el centro, luego aparecerán en escena el Incahuasi, el San Francisco, el Muerto, el Walter Penck, el Tres Cruces y el Ojos del Salado.
Trepamos una silleta y encontramos la depresión que alberga la laguna azul, celeste, verde o turquesa como quieran llamarla según el color con que se vista para la ocasión. Para no contradecir a nadie la llamemos azul o celeste como se la conoce oficialmente.
Según como dé el sol y como uno busque fotografiarla cambia de color, lo mejor es observarla desde lejos para así poder capturarla en su totalidad monocromática.
Los seismiles y la Laguna Celeste
El GPS marca 4608 metros durante el último ascenso antes de emprender la bajada hacia el Mirador del Volcán Pissis de 6882 metros de altura, el más alto del mundo sin registrar actividad. Afuera corre el viento más intenso que jamás soporté en mi vida hasta ese momento, no podría calcularlo pero seguro pasa los 80 kilómetros por hora, eso dificulta muchísimo sacar las fotos sobre todo con la pesada cámara Nikon 2000, que se mueve para todos lados al igual que el cuerpo.
Observamos cuando el viento nos deja las tres lagunas de colores, Azul, Verde y Negra, custodiadas por las rocas más hermosas de la cordillera toda. El mirador se ubica a 4480 metros y el viento descontrola, pero es parte de la descomunal, exagerada, magnífica postal que nos devuelve la Madre Natura, el viento es otra variable que afecta nuestros sentidos, la vista tiene su regalo, pero el oído, el olfato y hasta el tacto, porque el viento se puede tocar, es palpable, tienen su gozo ante la violencia explícita que nos propone eolo.
Obviamente la toma fotográfica no puede reflejar la magnitud del sitio ni plasmar lo que captan todos los sentidos, pero sirven para contar colores y formas y creo que son elocuentes.
Emprendemos el regreso, es pasado el mediodía y el plan consiste en no parar hasta Cortaderas, para luego seguir viaje hacia la frontera para encontrarnos cara a cara con las moles ahora un tanto distantes.
El cansancio se hace notar, pero seguimos adelante todavía falta bastante.
Vamos dejando atrás lugares que fuimos transitando por la mañana, pronto llegaremos a los 4560 metros para comenzar a bajar ya en forma definitiva, llegamos al campo de matas amarillas que tanto me habían sorprendido y cuidado!, de la nada un guanaco se atravesó delante de la camioneta, extraño suceso que nos quitó la modorra que nos venía afectando a los cuatro, mala señal dijo el amigo de David, conocedor de los mitos y tradiciones de la alta montaña, mala señal me dije, no es momento de joder amigos.
El campo de matas amarillas que se convertiría en el punto final de la travesía
Pasaron un par de minutos del incidente con el guanaco y la frase premonitoria del amigo se hizo realidad, pinchadura!, la primera en todo el viaje, bueno, otra experiencia para contar, será una media hora de varadura justo sobre el campo de matas amarillas pensé, buen lugar para fotos. David y el padre bajan en búsqueda del auxilio, mientras el amigo me dice, deberíamos haber invocado a la Pacha, cuando sucede algo así en la montaña, la Pacha pide un rezo, una invocación, un buche de alcohol y nadie lo hizo, se molestó con nuestro silencio, eso fue lo que pasó, perdón Madre, fuimos necios, pero ya era tarde...
Seguramente cuando reacondicionó la camioneta en Mesada de Zárate en algún lugar de la casa quedó la llave cruz necesaria para desajustar las tuercas de la cubierta, uff!!, calma, recordamos que no estábamos muy lejos del lugar donde por la mañana habíamos divisado dos camionetas, una Land Rover y una Toyota, primer milagro, nos dividimos en dos grupos, segundo milagro, David padre y el amigo caminarían hasta la casa en búsqueda de auxilio, mientras nosotros dos esperamos dentro del vehículo, durante los minutos de silencio comencé a hacer cálculos, estaríamos a unos 20, 25 kilómetros de la nacional 60, esa distancia en bajada nos demandaría por el camino unas cuatro o cinco horas de caminata, luego hasta Cortaderas, asiento de la gendarmería y de un hotel de alta montaña tendríamos unos 15 kilómetros más, o sea otras cuatro horas en subida, son las 14.00, para la medianoche tendríamos que estar alojados en caso que nadie nos levante previamente, ese sería el peor escenario, caminar 40 kilómetros a 4000 metros, con viento y muchísimo frío. Pasaron dos horas y el padre regresó con la noticia que el dueño de la Toyota estaba haciendo un trekking por las montañas de la zona como manera de aclimatarse antes de realizar el ascenso a un seismil, pero que bajaría durante la tarde, mientras tanto el dueño de la Land vendría a colaborar con David, me aconsejan bajar hasta la casa, por lo menos allí hay refugio seguro y vehículo, acepto y emprendemos junto al padre una caminata de unos 7 u 8 kilómetros primero por la ruta y luego a Puna traviesa, esa aventura no me la voy a olvidar jamás, caminar por esa geografía es un imposible cuando uno anda solo.
Parajes de la Puna, caminando hacia el refugio
Llegamos, David ya había bajado porque habían inflado la cubierta con un matafuegos, ahora había que esperar al dueño de la otra camioneta que tenía la llave de la caja donde en estaba la llave cruz. Una mezcla de sensaciones me invadía, cierto enojo por el detalle, cierta angustia de que hubiera sucedido si esa circunstancia se daba en esos tramos sin nadie a la vista y a setenta kilómetros del lugar habitado más próximo, tranquilidad por estar completamente contenido y con un vehículo a disposición para llevarnos hasta Fiambalá en caso de ser necesario. Pasadas las 18:00 bajaron los montañistas cordobeses, le dieron a David la llave y así pudimos cambiar la cubierta y proseguir viaje, atrás quedó el Paso San Francisco, quizás alguna vez haya revancha, ahora la cuestión era llegar y conseguir pasaje para Catamarca, la aventura había llegado a su fin, no de la manera esperada, pero tampoco era para estar de mal humor, tan solo una probabilidad cierta que se terminó cumpliendo en medio de mitos y milagros.
En la terminal me informan que no hay pasaje para esa noche, los servicios del Gutierrez y el Robledo están completamente vendidos, calma, mañana será otro día seguramente mejor. David mueve sus influencias y de la nada aparece disponible el asiento 9 del servicio de la Gutierrez que parte 0:30, evidentemente aprendí la lección y la Pacha se desenojó.
Pizzas, empanadas, té calentito, regalos y mucho cariño por parte de toda la familia, ahora tenía toda la noche para pensar como terminar el viaje, todavía podía reescribir la última escena y darle a la película otro final. Por ahora el final era tan solo para el octavo día con un perdón y un Gracias David!!!
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