El sexto día se presentaba como el más incierto, sobre todo porque David dudaba sobre una parte del trayecto, una parte que nunca antes había transitado y sobre la cual no tenía referencias exactas. Con ese panorama para las 7:00 estábamos otra vez en el camino, siempre con la estima al tope, condición más que necesaria a la hora de enfrentar este tipo de desafíos.
Tomamos la provincial 43 rumbo N, para torcer luego a la izquierda buscando algún vestigio de la ruta fantasma, la famosa 36, la que no figura en mapa alguno. A poco de encarar el desvío aparece frente nuestro el Volcán Carachi Pampa totalmente vestido de un negro azabache intimidante con su llamativa forma de platillo volador
Cuando la ansiedad por estar frente a uno de los puntos más deseados de toda la travesía comenzaba a tornarse fastidio, apareció a lo lejos el manto blanco que indicaba que habíamos llegado.
El campo de Piedra Pómez brillaba en todo su inabarcable esplendor bajo el sol del primer día de abril,
25 kilómetros de largo por 10 kilómetros de frente convertidos en un verdadero océano de piedra con sus olas congeladas en el tiempo.
El Departamento Antofagasta de la Sierra posee en su territorio más de 200 volcanes, algunos ilustres como el Antofalla, el Antofagasta, el Alumbrera, el Blanco, el Carachi Pampa, el Carluchi, el Jote y el descomunal Galán. La actividad volcánica fue moldeado al campo tal cual lo podemos observar hoy, hablamos de un proceso que se inicia hace 20 millones, hasta los incidentes mas recientes que tienen una data de 10000 años. Al momento de realizar el viaje la zona era prácticamente desconocida para el turismo masivo, hoy lo sigue siendo, pero anualmente recibe una gran cantidad de entusiastas de los recorridos de aventura.
El el año 2012 la Gobernadora de Catamarca decretó la creación del Área Natural Protegida Campo de Piedra Pómez. El anuncio se realizó en el salón de acuerdos Fray Mamerto Esquiú de la Casa de Gobierno Provincial, en el evento estuvieron presentes el Presidente de la Cámara de Diputados, el Ministro de Producción y Desarrollo, el Intendente de la ciudad capital y el rector de la Universidad Nacional de Catamarca.
Las contradicciones sobre que dice la ley y que se cumple tiene que ver con que hoy en la red hay decenas de imágenes en donde se ven por ejemplo grupos de bikers haciendo piruetas sobre las crestas o lo que es peor un conjunto de cinco poderosas 4x4 subidas a una de las olas más grandes campo adentro.
"Es importante que la gente conozca que esos lugares no son para actividades recreativas, sino para investigaciones científicas. Si la zona es dañada estructuralmente el tiempo que demora en volver a formarse puede ser de 20 millones de años”
Dr. Lorenzo Parra, Profesor en la cátedra de Sedimentología de la carrera Licenciatura en geología de la UNCA.
En su momento equiparé las sensaciones vividas dentro del campo a las que uno logra al contemplar las cataratas o el glaciar y creo en el tiempo que no me equivoqué, transitar entre esas moles de hasta 50 metros de altura, contemplar sus formas, sus cicatrices, las sombras, los grises, ocres, rosados y marrones que nos devuelven sus paredes producen vivencias muy fuertes, por eso duele pensar que con el tiempo aparezcan grafitadas, o destruídas bajo las ruedas poderosas de máquinas al mando de niños malcriados.
Con lo dicho hasta ahora no pretendo entronizarme como San Pepiche de Pómez, pero apelo al tan vapuleado sentido común para que no destruyamos un lugar único por el hecho del "total no nos ve nadie". Urge presencia del Estado Provincial, o la gestión de convertir al campo en Parque Nacional, generando recursos e infraestructura para su absoluta conservación que podría incluir que viajeros como uno no puedan subirse a las olas o ni siquiera pisar las superficies de piedra.
David me hace notar que la hora corre, el tiempo apremia y el camino por delante se presenta como la gran incógnita de toda la travesía, asiento sin poder contener cierto resoplo de molestia, pero la consigna era seguir en la búsqueda del punto muy lejano que significaría el éxito del sexto día.
Dejo la firma de la sombra para la posteridad y continuamos viaje por la fantasmal 36 rumbo a lo desconocido, la idea era llegar a un paraje denominado Las Papas, una especie de Macondo entre los valles detrás de unas moles de más de 5000 metros que posiblemente tendríamos atravesar, o no...
A los pocos kilómetros apareció esa zona oscura, muerta, tan desolada como temida, solo quedaba seguir las huellas cuando las había y rogar que nos condujeran a alguna parte, a Las Papas, nuevamente al Campo de Piedra, a Neópolis o la Capital de los Siete Reinos de Game of Thrones.
Contemplando semejante soledad y el desconcierto de David, surgió la inoportuna pero inevitable pregunta.
¿Que merda hacemos aquí?, el GPS indicaba que nos hallábamos sobre la etérea 36 a 25 kilómetros de Nebraska, sinceramente habían enloquecido los astros, la tecnología y la pobre galleguita. Indudablemente nos hallábamos en problemas, pero no quedaba otra que seguir las huellas más recientes y rezar para que nos sacaran a algún lugar mas o menos lógico. En verdad nos hallábamos en el abra de la Caldera del Cerro Blanco a 4210 metros de altura.
Esta toma resultó ser la clave de toda la travesía, desde una elevación se nos abría por delante un gigantesco arenal en donde se perdían todas las huellas, supuestamente tendríamos que encontrar un paso que se abriera hacia la derecha o sea hacia el E, para ir en la búsqueda del camino que nos sacara de la Puna y nos condujera hacia los valles, pero el riesgo de quedar varados era gigante y nos encontrábamos a unos 50 kilómetros del Campo, o sea día y medio de caminata, más 25 kilómetros de piedra pómez, más otros 45 hasta la provincial 43 y otros 15 hasta El Peñón, total 3 o 4 días de caminata a 4000 metros de altura y a menos 20 grados bajo cero.
Al bajar pudimos divisar como las huellas bordeaban las laderas sobre piso mas o menos firme, al menos había huellas, esos significaba mucho y tras ellas fuimos
De repente encontramos nubes y David produjo una frase equiparable a la de Rodrigo de Triana, pero al revés, nubes, agua, estamos cerca del valle..., pero como les sucede a los muchachitos de las películas clase B yankis, a los pocos kilómetros apareció de la nada otra camioneta minera con dos personas a bordo que nos informaron que el camino de salida estaba a la vuelta de la esquina y que pronto encontraríamos los carteles que nos conducirían sin problema a Las Papas, no, no de nuevo decía, otra vez los mismos seres fantasmales aparecidos de la nada nos salvan de morir en el intento de llegar a la tierra prometida, pero peor fue al darme vuelta para ver el curso de nuestros salvadores y comprobar que no estaban, no estaban.
Se habrán desviado hacia alguna mina dijo David, no amigo, no están...allá afuera no hay nadie
En la siguiente media hora aparecieron los carteles, a la derecha se abrió un caminito bordeado de verde que inequívocamente nos informaba que el rumbo era el correcto, la Puna le cedió terreno al Valle, descendimos 1000 metros sin darnos cuenta y solamente faltaba que la vaca nos saludara en un inglés de Nueva Gales del Sur para que al final me terminara de convencer que estábamos involucrados en un sueño o que la presunción que había enloquecido era la correcta.
Tomamos la provincial 43 rumbo N, para torcer luego a la izquierda buscando algún vestigio de la ruta fantasma, la famosa 36, la que no figura en mapa alguno. A poco de encarar el desvío aparece frente nuestro el Volcán Carachi Pampa totalmente vestido de un negro azabache intimidante con su llamativa forma de platillo volador
Cuando la ansiedad por estar frente a uno de los puntos más deseados de toda la travesía comenzaba a tornarse fastidio, apareció a lo lejos el manto blanco que indicaba que habíamos llegado.
El campo de Piedra Pómez brillaba en todo su inabarcable esplendor bajo el sol del primer día de abril,
25 kilómetros de largo por 10 kilómetros de frente convertidos en un verdadero océano de piedra con sus olas congeladas en el tiempo.
El Departamento Antofagasta de la Sierra posee en su territorio más de 200 volcanes, algunos ilustres como el Antofalla, el Antofagasta, el Alumbrera, el Blanco, el Carachi Pampa, el Carluchi, el Jote y el descomunal Galán. La actividad volcánica fue moldeado al campo tal cual lo podemos observar hoy, hablamos de un proceso que se inicia hace 20 millones, hasta los incidentes mas recientes que tienen una data de 10000 años. Al momento de realizar el viaje la zona era prácticamente desconocida para el turismo masivo, hoy lo sigue siendo, pero anualmente recibe una gran cantidad de entusiastas de los recorridos de aventura.
El el año 2012 la Gobernadora de Catamarca decretó la creación del Área Natural Protegida Campo de Piedra Pómez. El anuncio se realizó en el salón de acuerdos Fray Mamerto Esquiú de la Casa de Gobierno Provincial, en el evento estuvieron presentes el Presidente de la Cámara de Diputados, el Ministro de Producción y Desarrollo, el Intendente de la ciudad capital y el rector de la Universidad Nacional de Catamarca.
En el mismo sitio se dio a conocer el cuerpo de
guardaparques que preservarán y controlarán el ingreso al Área Natural
Protegida, quienes recibieron en el mismo acto el equipamiento adecuado para
llevar a cabo su tarea. Al respecto, la Gobernadora manifestó “declarar Área
Natural Protegida el Campo de Piedra Pómez, el área del Volcán Blanco y de la
laguna Purulla es muy importante, ya que Catamarca tiene recursos valiosísimos y
no sólo tenemos que mostrarlos sino sobre todo protegerlos”. En este sentido,
añadió la funcionaria, “tenemos que empezar a hacernos cargo ya que si nosotros no cuidamos
nuestro patrimonio nadie lo va a cuidar” y destacó la importancia de brindar
información y guía al turista que visita el lugar así como también preservar el
ambiente, controlando que los visitantes no extraigan recursos y no arrojen
basura.
“Nuestra Catamarca tiene que tener desarrollo
productivo, turístico y minero, y esto va de la mano con declarar esta zona como
área natural protegida y tener guardaparques que van a controlar el ingreso y
guiar a los turistas” sostuvo la Gobernadora, al tiempo que destacó la
importancia de la promoción turística del departamento, “empezamos a capacitar
los recursos locales de Antofagasta de la Sierra para que puedan formar parte
del cuerpo de guardaparques e integrar el Centro de Interpretación ubicado en El
Peñón, y esto también es generar fuentes de trabajo local”.
En 2014, o sea hoy, alumnos y profesores de la UNCA (Universidad Nacional de Catamarca), advierten que por otra parte a pesar que hay un decreto del Gobierno Provincial para
declarar a la zona como área protegida, ninguno de los ítemes del
instrumento son cumplidos. Por ejemplo, en la zona no hay guías turísticos, ni
tampoco personal que controle las actividades que se desarrollan en el lugar.
“Nos damos con la sorpresa que el decreto tiene valores puestos en pesos del año
2012 para acceder al lugar, 15 pesos para que un cuatriciclo ingrese con el
riesgo que corremos que el campo se deteriore de tal manera que después no se
pueda volver a recuperar”, acotó.
Si bien consideró que el decreto es un puntapié inicial para resguardar la
zona, lamentó que no se haga cumplir, ni que se actualicen los montos para el
ingreso al campo, ya que con ello mejoraría la recaudación y habría más fondos
para el mantenimiento.Las contradicciones sobre que dice la ley y que se cumple tiene que ver con que hoy en la red hay decenas de imágenes en donde se ven por ejemplo grupos de bikers haciendo piruetas sobre las crestas o lo que es peor un conjunto de cinco poderosas 4x4 subidas a una de las olas más grandes campo adentro.
"Es importante que la gente conozca que esos lugares no son para actividades recreativas, sino para investigaciones científicas. Si la zona es dañada estructuralmente el tiempo que demora en volver a formarse puede ser de 20 millones de años”
Dr. Lorenzo Parra, Profesor en la cátedra de Sedimentología de la carrera Licenciatura en geología de la UNCA.
En su momento equiparé las sensaciones vividas dentro del campo a las que uno logra al contemplar las cataratas o el glaciar y creo en el tiempo que no me equivoqué, transitar entre esas moles de hasta 50 metros de altura, contemplar sus formas, sus cicatrices, las sombras, los grises, ocres, rosados y marrones que nos devuelven sus paredes producen vivencias muy fuertes, por eso duele pensar que con el tiempo aparezcan grafitadas, o destruídas bajo las ruedas poderosas de máquinas al mando de niños malcriados.
Con lo dicho hasta ahora no pretendo entronizarme como San Pepiche de Pómez, pero apelo al tan vapuleado sentido común para que no destruyamos un lugar único por el hecho del "total no nos ve nadie". Urge presencia del Estado Provincial, o la gestión de convertir al campo en Parque Nacional, generando recursos e infraestructura para su absoluta conservación que podría incluir que viajeros como uno no puedan subirse a las olas o ni siquiera pisar las superficies de piedra.
David me hace notar que la hora corre, el tiempo apremia y el camino por delante se presenta como la gran incógnita de toda la travesía, asiento sin poder contener cierto resoplo de molestia, pero la consigna era seguir en la búsqueda del punto muy lejano que significaría el éxito del sexto día.
La boca sensual de la Madre Piedra
Dejo la firma de la sombra para la posteridad y continuamos viaje por la fantasmal 36 rumbo a lo desconocido, la idea era llegar a un paraje denominado Las Papas, una especie de Macondo entre los valles detrás de unas moles de más de 5000 metros que posiblemente tendríamos atravesar, o no...
¿Que merda hacemos aquí?, el GPS indicaba que nos hallábamos sobre la etérea 36 a 25 kilómetros de Nebraska, sinceramente habían enloquecido los astros, la tecnología y la pobre galleguita. Indudablemente nos hallábamos en problemas, pero no quedaba otra que seguir las huellas más recientes y rezar para que nos sacaran a algún lugar mas o menos lógico. En verdad nos hallábamos en el abra de la Caldera del Cerro Blanco a 4210 metros de altura.
Esta toma resultó ser la clave de toda la travesía, desde una elevación se nos abría por delante un gigantesco arenal en donde se perdían todas las huellas, supuestamente tendríamos que encontrar un paso que se abriera hacia la derecha o sea hacia el E, para ir en la búsqueda del camino que nos sacara de la Puna y nos condujera hacia los valles, pero el riesgo de quedar varados era gigante y nos encontrábamos a unos 50 kilómetros del Campo, o sea día y medio de caminata, más 25 kilómetros de piedra pómez, más otros 45 hasta la provincial 43 y otros 15 hasta El Peñón, total 3 o 4 días de caminata a 4000 metros de altura y a menos 20 grados bajo cero.
Al bajar pudimos divisar como las huellas bordeaban las laderas sobre piso mas o menos firme, al menos había huellas, esos significaba mucho y tras ellas fuimos
Se habrán desviado hacia alguna mina dijo David, no amigo, no están...allá afuera no hay nadie
En la siguiente media hora aparecieron los carteles, a la derecha se abrió un caminito bordeado de verde que inequívocamente nos informaba que el rumbo era el correcto, la Puna le cedió terreno al Valle, descendimos 1000 metros sin darnos cuenta y solamente faltaba que la vaca nos saludara en un inglés de Nueva Gales del Sur para que al final me terminara de convencer que estábamos involucrados en un sueño o que la presunción que había enloquecido era la correcta.
Por suerte la vaca de contramano nos bendijo en Rosarigasino de Pichincha y todo volvió a la normalidad.
El camino era abrumador, en un momento trepó nuevamente hasta los 4400 metros para nuevamente descender otros 1000, con lo justo entraba la camioneta y un alfiler, a lo sumo dos, y para colmo de males en una curva un pequeño derrumbe hizo que tuviéramos que despejar el camino o despejar el camino para poder seguir hacia Las Papas.
El descenso hacia el pueblo es espectacular y como va surgiendo éste entre esos altísimos paredones de más de 5000 metros alucina, pero más alucina la información que nos devuelve el cartel indicador.
Antofagasta de la Sierra, 150 kilómetros, eso dice no?
Como entender que cincuenta kilómetros atrás, también faltaban 150 para Antofagasta, acaso no nos habíamos movido, fuimos abducidos por el agujero negro catamarqueño, el tinto en caja estaba revencido, o ponemos cualquier cosa total la gente que sabe...
Las Papas son 7 casitas de distintos colores perfectamente alineadas decoradas con esculturas de gaviotas y pingüinos, la gente es muy solidaria y en seguida nos atendieron como si hubiéramos arribado desde del espacio exterior. El Comunero nos hizo preparar unos bifes de cordero con ensalada, varias señoras y adolescentes del pueblo nos agasajaron como a reyes y durante el almuerzo se generó un interesante debate ante la pregunta del jefe comunal sobre que pensábamos nosotros sobre la actividad minera, por suerte y atento a la experiencia no salí con el discurso políticamente correcto de No a la Minería, ya que la problemática que envolvía a la población por esos días indicaba otra cosa.
En la zona operaba una minera de capitales mendocinos para la cual trabajaba la gente de los puestos y del pueblo en especial las 8 madres solteras que en ese momento vivían allí con sus pequeños y que se dedicaban a cocinar para el personal y al mantenimiento del salón de usos múltiples donado por la minera a la comunidad.
Por un recurso de amparo presentado por ambientalistas de Tinogasta y San Fernando del Valle de Catamarca la mina tuvo que interrumpir sus trabajos cerrando la explotación de forma transitoria quedando los trabajadores y las 8 madres sin empleo alguno en medio de una crisis sin solución inmediata. Como vemos el pueblo se presenta totalmente aislado y sin recursos propios, ante ese panorama y la ausencia de otras alternativas por parte del estado no quedaba otra que repudiar el cierre de la mina hasta tanto el gobierno de Catamarca arbitrara los medios para generar trabajo genuino para así no depender de una actividad contaminante como la única opción para los habitantes de la región. Con palabras más, palabras menos el Comunero se dirigiría a Tinogasta para plantearle a las autoridades el problema, la solución y pedirle fondos y combustible para el uso de la única máquina vial operable en la zona, muy útil para despejar los caminos para cuando bajara el agua. ¿Que agua?, hace seis días que no vemos agua.
Agua, quizás las nubes sean presagio de lluvia y toda el agua que pudiera caer sobre las montañas termine en Las Papas generando inundaciones, quizás el comunero se refería a ese agua.
El camino que no era tal parecía estar labrado sobre el lecho de un río seco que de pronto comenzó a llenarse con un hilo de agua transparente y que luego fue adquiriendo volúmen y color con el aporte de un curso amarronado y turbulento.
El Comunero y la única máquina vial parada por la falta de combustible, nótese en la caja de la camioneta el gran tambor de YPF que el jefe pretendía traer lleno desde Tinogasta.
Cruzamos el río 40 veces, sí no es una cifra escrita a manera de fábula, para la vez 41 el agua superaba las cubiertas, para la 42 quedaba media camioneta bajo el manto líquido. Morir ahogado en Catamarca no, para que te traje...y sin el pato de hule.
Eso que estaba ahí abajo se suponía que era la enigmática 36, ahora devenida en un afluente del Orinoco, o quizás en el mismísimo Orinoco, no, si cuando dije que el sexto día era el día clave, no le mezquiné ni un adjetivo.
Cuando por fín el río torció su rumbo y el camino se convirtió en tal apareció la figura abandonada y escondida tras un monte vírgen de la Capilla San José, luego irrumpió en la escena la provincial 34 y un cartel que indicaba Las Papas 27, Antofagasta 180, sí habíamos vuelto al mundo real.
Flores, 6 días y ninguna flor
Para las 18:00 arribamos a la Mesada de Zárate, punto final de la travesía, ahí nos esperaba en la casa paterna el padre de David y un tío que se sumarían a los dos últimos días de aventura y que terminaron siendo decisivos y fundamentales a la hora de resolver el gran problema del fatídico día 8.
Té de arca, asado, chorizos, pan casero, ensaladas, abundante vino y arañas pollito, sí, pollito, los que me conocen saben que mi única fobia oficial tiene que ver con el temor que me provocan cucarachas e insectos de tamaños desproporcionados, bueno aquí convivir con arañas del tamaño de un plato de café es normal, para uno no, así que no quedó otra que darle al tinto hasta morir, después desaparecieron las arañas, aparecieron los fantasmas de la camioneta y la vaca recitaba Una temporada en el infierno de Rimbaud en Catalusano antiguo, no mi Dios, quiero siete días en Mar del Plata olinclusi.
Fin del sexto día
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