El viaje hasta la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca fue algo incómodo, mucho calor sofocante, una situación inimaginable durante los pasados días de travesía. Durante el trayecto no dejaba de pensar como reescribir el final de la película ya que tal obra maestra no se merecía quedar trunca, o con final abrupto o imprevisto, ese golpe de efecto a veces sirve para un thriller de Hollywood, pero no para el cine que a uno le gusta y propone.
Un rápido paseo por la peatonal capitalina, un rico café y por lo menos la certeza de haber encontrado la locación para la última escena, la misma transcurriría en La Rioja, donde y como no sé, habrá que llegar hasta allá para investigar un poco más.
El próximo escalón fue llegar hasta la ciudad de La Rioja en búsqueda de la combinación hacia Villa Unión, ciudad a la que arribé a las 17:00, dieciséis horas y media después de haberme despedido del Gran David y su familia. Recuerden que éste viaje se está desarrollando en el 2011, hace cuatro años atrás hablar de Corona del Inca seguramente refería al nombre de una casa de regionales ubicada en las adyacencias de la plaza central de Chilecito, ahora el destino extremo se ha hecho un poco más conocido pero siempre sigue siendo de riesgo por la altura que propone, 5551 metros. Desgraciadamente para esa época, 4 de abril, las dos empresas que organizaban la subida ya no lo hacían por el peligro que significa quedar varados allá arriba durante una tormenta, así que tuve que desechar el primer final que hubiera estado a la altura del resto de la película.
En la Dirección de Turismo me atendieron de maravillas, ahí me dedicaron su valioso tiempo aconsejándome sobre donde podía ir para cerrar una gran historia y terminé decidiéndome por la opción Ciudad Perdida, por lo menos el nombre sonaba a la perfección. Una buena cena y a esperar el día de mañana, todavía estaba a tiempo de cerrar quizás mi mejor film con una escena acorde a la calidad del mismo.
Fin del día nueve, un día sin ninguna fotografía, descanso para todos y todas.
Día 10, para las seis ya estaba levantado en medio de una gran ansiedad, es que el nombre Ciudad Perdida me remitía a tantas posibilidades que no veía la hora que me pasaran a buscar para recorrer los kilómetros que me separaban de tal enigmático lugar. Para las 8:30 llegamos al centro de interpretación, cabe acotar que el circuito así denominado se ubica, viniendo desde Villa Unión más hacia el E de la tradicional entrada a Talampaya. Los guías han conformado una cooperativa y la infraestructura que poseen es mucho menos ampulosa que la ofrecida por la parte privatizada, la que todo el mundo visita y se maravilla.
Los guías me informan que saldremos cuando se conforme el grupo ya que con una sola persona no parten, caramba!. Pasaron las 9:00, las 9:30, llegaron las diez y nada, seguía estando solo, Ariel y Camilo deciden que la hora para partir ya se había excedido y que lo único que podíamos hacer, si yo estaba de acuerdo, era ir con ellos en una recorrida al estilo guardaparques, controlando que todo estuviera en órden, la propuesta cerraba perfectamente. Ya en la combi me consultan si estaba de acuerdo en acompañarlos a realizar la experiencia de vincular la travesía por Ciudad Perdida con otra denominada Cañón del Arco Iris, para ello deberían probar una pasada que comunicara ambos circuitos, ahora la idea sonaba aún mejor, iba a ser el primer mortal en probar una posible comunicación entre los dos trayectos ofrecidos por separado o a través de un largo recorrido en combi.
Salimos y el Famatina de 6250 metros nos desea buena aventura. Paramos sobre el río Mañero, bajo un algarrobo de 600 años para con palas acondicionar una parte del camino muy maltratada por las últimas lluvias, mientras trabajan acuerdan entre ellos por donde habría que experimentar la pasada que comunicaría ambos circuitos.
La idea de vincular ambas formaciones tiene que ver con el hecho que la gente pueda comprobar como van cambiando los colores y las geoformas a medida que fue evolucionando geológicamente la zona en un período que va entre los 250 millones de años del estrato Tarjados, hasta los 220 millones del estrato Chañar.
Durante todo el recorrido siempre me acompañó uno de los guías mientras que el otro iba haciendo el circuito en la combi, ya que es imposible bajar directamente con ella. El primer descenso hacia ese mundo completamente amarronado ofrece vistas espectaculares, tanto mejor desde cierta altura para poder admirarlo en toda su magnitud.
El lagarto luce amenazante desde lo alto de esa pared de calizas grisáceas amarronadas, a media que avanzamos cada vez más tonos rojos comienzan a mezclarse con los tonos más secos de Tarjados, señal que estamos cerca de la zona intermedia, el estrato Rastros de 230 millones de años, en donde el rojo en todas sus variantes se convierte en actor principal.
En un momento Camilo me indica que me aparte del camino señalándome un pequeño pasadizo entre las montañas, atrás de ellas y fuera de la vista desde el lecho del río por donde se circula, aparece majestuosa la figura del Guardián del Arco Iris, amo y señor de los colores de este mundo privado tan solo conocido por los guardaparques-guías.
El paso por el planeta rojo es corto y ya aparecen en escena los colores del estrato más nuevo, el Chañar que decora con todos los tonos imaginables la geografía de un lugar verdaderamente alucinante.
Un rápido paseo por la peatonal capitalina, un rico café y por lo menos la certeza de haber encontrado la locación para la última escena, la misma transcurriría en La Rioja, donde y como no sé, habrá que llegar hasta allá para investigar un poco más.
El próximo escalón fue llegar hasta la ciudad de La Rioja en búsqueda de la combinación hacia Villa Unión, ciudad a la que arribé a las 17:00, dieciséis horas y media después de haberme despedido del Gran David y su familia. Recuerden que éste viaje se está desarrollando en el 2011, hace cuatro años atrás hablar de Corona del Inca seguramente refería al nombre de una casa de regionales ubicada en las adyacencias de la plaza central de Chilecito, ahora el destino extremo se ha hecho un poco más conocido pero siempre sigue siendo de riesgo por la altura que propone, 5551 metros. Desgraciadamente para esa época, 4 de abril, las dos empresas que organizaban la subida ya no lo hacían por el peligro que significa quedar varados allá arriba durante una tormenta, así que tuve que desechar el primer final que hubiera estado a la altura del resto de la película.
En la Dirección de Turismo me atendieron de maravillas, ahí me dedicaron su valioso tiempo aconsejándome sobre donde podía ir para cerrar una gran historia y terminé decidiéndome por la opción Ciudad Perdida, por lo menos el nombre sonaba a la perfección. Una buena cena y a esperar el día de mañana, todavía estaba a tiempo de cerrar quizás mi mejor film con una escena acorde a la calidad del mismo.
Fin del día nueve, un día sin ninguna fotografía, descanso para todos y todas.
Día 10, para las seis ya estaba levantado en medio de una gran ansiedad, es que el nombre Ciudad Perdida me remitía a tantas posibilidades que no veía la hora que me pasaran a buscar para recorrer los kilómetros que me separaban de tal enigmático lugar. Para las 8:30 llegamos al centro de interpretación, cabe acotar que el circuito así denominado se ubica, viniendo desde Villa Unión más hacia el E de la tradicional entrada a Talampaya. Los guías han conformado una cooperativa y la infraestructura que poseen es mucho menos ampulosa que la ofrecida por la parte privatizada, la que todo el mundo visita y se maravilla.
Los guías me informan que saldremos cuando se conforme el grupo ya que con una sola persona no parten, caramba!. Pasaron las 9:00, las 9:30, llegaron las diez y nada, seguía estando solo, Ariel y Camilo deciden que la hora para partir ya se había excedido y que lo único que podíamos hacer, si yo estaba de acuerdo, era ir con ellos en una recorrida al estilo guardaparques, controlando que todo estuviera en órden, la propuesta cerraba perfectamente. Ya en la combi me consultan si estaba de acuerdo en acompañarlos a realizar la experiencia de vincular la travesía por Ciudad Perdida con otra denominada Cañón del Arco Iris, para ello deberían probar una pasada que comunicara ambos circuitos, ahora la idea sonaba aún mejor, iba a ser el primer mortal en probar una posible comunicación entre los dos trayectos ofrecidos por separado o a través de un largo recorrido en combi.
Salimos y el Famatina de 6250 metros nos desea buena aventura. Paramos sobre el río Mañero, bajo un algarrobo de 600 años para con palas acondicionar una parte del camino muy maltratada por las últimas lluvias, mientras trabajan acuerdan entre ellos por donde habría que experimentar la pasada que comunicaría ambos circuitos.
La idea de vincular ambas formaciones tiene que ver con el hecho que la gente pueda comprobar como van cambiando los colores y las geoformas a medida que fue evolucionando geológicamente la zona en un período que va entre los 250 millones de años del estrato Tarjados, hasta los 220 millones del estrato Chañar.
Y de repente todo se volvió rojo
Esta es la famosa pasada que vincula los dos mundos, no es difícil pero no creo que sea apta para todo público, de todas maneras sea como sea tenía que sortearla para ganarme el Cañón del Arco Iris.En un momento Camilo me indica que me aparte del camino señalándome un pequeño pasadizo entre las montañas, atrás de ellas y fuera de la vista desde el lecho del río por donde se circula, aparece majestuosa la figura del Guardián del Arco Iris, amo y señor de los colores de este mundo privado tan solo conocido por los guardaparques-guías.
Camilo y James Cararón
La mujer dormida
El gigante dormido
El Arco Iris en toda su plenitud
La roca del Diego
La puerta de salida, todo ocurre allá atrás
Creo no haber defraudado con el final elegido, cierto es que todos los méritos se lo llevan la Pacha y Camilo y Ariel por hacer y permitirme escabullir por ese mundo secreto.
Son las 16:00, estuvimos cinco horas y media sumergidos entre formas y colores, en verdad no sé como es la travesía que ellos proponen en la actualidad y tampoco quiero imaginarme todo lo que habrá escondido entre esos recovecos mágicos, tras cada pasadizo se abría una puerta a un mundo sorprendente, inimaginado. Gracias por haberme dejado espiar un poco su fantástico mundo.
La vuelta me permitió decidir que no emprendería el viaje de regreso hoy, habría por lo tanto un día 11, aunque la película ya podía considerarse como terminada.
Qué maravilla!!!! Realmente, un final perfecto, un lugar fantástico de esta Argentina de grandes distancias y belleza tan variada. Felicitaciones, Rodo, un trabajo estupendo que nunca defrauda. Gran abrazo.
ResponderEliminarEs realmente un lugar espectacular, reconozco que fue un gran golpe de suerte el haber estado solo y el ser invitado a recorrer lugares que son vedados a los grupos más grandes. a veces las cosas salen muy bien y otras como en el caso de la ruta de los seismiles salen mal, son riesgos, son parte de la vida misma con sus aciertos y sus derrotas.
ResponderEliminarAbrazote gigante!!!