Tercer día en Bolivia, la mitad del tramo de hoy incluirá a dos de las tres lagunas de aguas de colores, la Blanca y la Verde, recostada sobre el Licancabur, límite natural con Chile. La mañana se presenta como debe hacerlo una en plana Puna, terríblemente fría y súmamente diáfana, luego del desayuno un corto paseo por el pequeño pueblo, similar a casi todos los pueblos de la región pero a medida que los voy conociendo me producen el efecto contrario a la indiferencia por repetición, al contrario el enamoramiento por ellos es inmediato y acumulativo
Pasamos Quetena Grande, más chico que Quetena Chico y de repente el guía dobla hacia la izquierda, cruzamos un arroyo congelado y sin decir palabra nos deposita ante otro pueblo totalmente abandonado, este sí efectivamente fuera de recorrido, Barrancas, ya casi semi enterrado por la arena del desierto, sin palabras..., la quinta foto representa un poco ese sentimiento apocalíptico de tierra arrasada que vemos en la ciencia ficción, bueno seguimos y enseguida comienzan las lagunas habitadas por esos maravillosos seres llamados flamencos, Laguna Hedionda, Kollpa Laguna, Salar de Chaviri, Laguna Blanca, todas envueltas tras una bruma de bórax. De repente el camino se hace anchísimo, no sé, quinientos metros. trescientos, lleno de huellas de camionetas que producen como surcos de arado en la arena blanda y tras una loma las Rocas de Dalí, pequeñas formaciones cuán esculturas surrealistas puestas por Mamá Tierra para decorar el vacío de la Puna, nos detenemos, pero no nos adentramos ya que significaría horas de caminata, y la Verde se halla cerquita, tan cerquita que pronto se divisa custodiada por el el Licancábur y protegida por el viento más feroz que creo haber soportado, tanto que me tiraba al piso y eso que no soy peso pluma.
Fotos de rigor, tratando de mantener cámara en mano, ni siquiera pensar en cámara en mano y firme, que no se vuele era la cosa. Volvemos buscando el medio día y la termas para remojarse en agua santa, antes de almorzar en un parador grande y concurrido.
Pasamos Quetena Grande, más chico que Quetena Chico y de repente el guía dobla hacia la izquierda, cruzamos un arroyo congelado y sin decir palabra nos deposita ante otro pueblo totalmente abandonado, este sí efectivamente fuera de recorrido, Barrancas, ya casi semi enterrado por la arena del desierto, sin palabras..., la quinta foto representa un poco ese sentimiento apocalíptico de tierra arrasada que vemos en la ciencia ficción, bueno seguimos y enseguida comienzan las lagunas habitadas por esos maravillosos seres llamados flamencos, Laguna Hedionda, Kollpa Laguna, Salar de Chaviri, Laguna Blanca, todas envueltas tras una bruma de bórax. De repente el camino se hace anchísimo, no sé, quinientos metros. trescientos, lleno de huellas de camionetas que producen como surcos de arado en la arena blanda y tras una loma las Rocas de Dalí, pequeñas formaciones cuán esculturas surrealistas puestas por Mamá Tierra para decorar el vacío de la Puna, nos detenemos, pero no nos adentramos ya que significaría horas de caminata, y la Verde se halla cerquita, tan cerquita que pronto se divisa custodiada por el el Licancábur y protegida por el viento más feroz que creo haber soportado, tanto que me tiraba al piso y eso que no soy peso pluma.
Fotos de rigor, tratando de mantener cámara en mano, ni siquiera pensar en cámara en mano y firme, que no se vuele era la cosa. Volvemos buscando el medio día y la termas para remojarse en agua santa, antes de almorzar en un parador grande y concurrido.
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