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sábado, 25 de agosto de 2012

Prestándole atención a Oruro, Bolivia

Oruro es de esos lugares que quedan aprisionados entre dos pesos muy pesados, Potosí y La Paz, muchos de nosotros la atravesamos sin pensarla, sin darnos cuenta que pasa allí afuera, pero cuando le hacés justicia y te bajás para recorrerla encontrás un mundo diferente, particular.
El paisaje por carretera desde el Sur nos muestra fincas, caseríos, pequeños poblados recostados sobre macizos rojizos y terrosos, no puedo recorrerlos pero me los trato de imaginar con todos los sentidos. La capital ebulle como toda capital, sus edificios nos muestran el pasado colonial y el intento por una modernización que  a veces podemos cuestionar, un imperdible, todo lo referente al carnaval y si es posible visitar alguno de los talleres que se encargan de la confección de trajes y por sobre todo hablar con la gente para que te transmita que significa todo lo referido a la fiesta para ellos.
Desde la ciudad se pueden visitar pueblitos como Paria con su iglesia impresionante, su torre separada y un común denominador con los otros, casi nadie a la vista, soledad, viento frío, ese aire enrarecido por la altura y los colores de la tierra volcados a las edificaciones.
Oruro también es minería y lucha, precisamente la recientemente fallecida Domitila Chungara es ícono de esas luchas durante los procesos militares, reclamando mínimos derechos y condiciones de trabajo para los trabajadores y sus familias. Recuerdo haber comprado el libro y haberlo terminado de leer en un banco de la plaza principal de Santa Cruz de la Sierra, tratando de entender por mi mismo si en verdad hay dos Bolivias como cierta prensa cada tanto lo asegura.
Sigo viaje con la promesa de algún día adentrarme más en los Andes buscando al Sajama, un paraíso a las puertas del cielo.

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